Como Fragmentos, obra que la acoge, Duelos plantea también un espacio envolvente que ocupa muros y piso, en el cual el espectador se encuentra inmerso, adentro, involucrado. La ausencia de color le resta anécdota a la imagen, dándole el tono grave y sombrío del testimonio. El sonido acá es protagonista: así como lo indecible siempre se moverá en el espacio indeterminado del rumor y las verdades se desharán en multitud de fragmentos mediados por la conveniencia política, el sonido en Duelos no es unívoco ni jerarquizado: asalta al participante desde múltiples puntos de habla. A veces subrepticiamente, como el susurro ininteligible de muchas voces tratando de darle sentido a lo que es por definición inexplicable, a veces de manera frontal y contundente como el ruido atronador de la máquina, del escombro cayendo por la ladera de la montaña, de la tierra crujiendo bajo el peso de las capas sucesivas de (historia) material. Resistirse es improbable: uno siempre puede cerrar los ojos para evitar involucrarse con lo innombrable; tapar los oídos es mucho más difícil.
La Escombrera, lugar referenciado en Elegía, es también el punto de partida para Duelos. Se trata de una enorme montaña construida con los desechos de las construcciones y demoliciones de la ciudad de Medellín, materiales que en sí mismos testimonian la muerte de la arquitectura. Como se dijo anteriormente, fue allí en donde se enterraron los cuerpos de las víctimas de varias operaciones militares y de desapariciones forzadas posteriores [5]. Luego de tres lustros de relleno ininterrumpido, la escombrera es una enorme montaña hecha por acción humana que, con sus proporciones geológicas y acumulación capa tras capa de material cultural, plantea una paradoja: todo el mundo sabe que los cuerpos están allí, escondidos a plena vista, pero también se sabe que será casi imposible exhumarlos. La renuencia tanto de las autoridades como del operador de este inmenso vertedero –privatizado, como sucede en las economías liberalizadas en donde hay una constante pérdida de lo público– impidió la búsqueda y exhumación de cadáveres cuando hubiera sido aún posible; tras años de relleno incesante, es casi imposible técnica y financieramente realizar la búsqueda [6]. Cuando por fin hace curso en 2015 una muy luchada iniciativa de los familiares ante el Estado para que la Fiscalía accediera a remover escombros en busca de los cuerpos ausentes, Echeverri viaja al lugar para ser testigo de este esfuerzo de reclamar verdad y justicia por parte de la sociedad civil. Este accionar colectivo en la Escombrera era al menos una conquista simbólica: como señala Echeverri, “cuando se toca la tierra, se marcan áreas físicas que desestabilizan la presencia ante un territorio no solo físico sino también afectivo, que vuelve a producir esperanzas, que trae el tiempo pasado al presente y que remueve las historias familiares” [7].
Duelos no tiene una narrativa argumentativa pero sí una dramaturgia. La pieza inicia con proyecciones en el suelo del recinto (una vez más, cabe recordar que no se trata de un material neutro: Fragmentos es lo opuesto al llamado cubo blanco). Duelos intenta comunicar la sensación de pequeñez e impotencia del espectador ante la enorme escala de esta montaña-cementerio habitando con imágenes visuales y auditivas el espacio expositivo; el sonido y la penumbran establecen un tono de gravedad que, a pesar del tamaño de las proyecciones, logran alejar la obra de cualquier asociación con el espectáculo. El terreno humeante cruje, parece contener algo que se mueve, y ese “dolor telúrico” [8] es acompañado de murmullos, susurros, pedazos de palabras, frases apenas enunciadas. Cascadas de voces como vidrios rotos, trozos de vidas quebradas para siempre. Acto seguido comienza el ascenso de las volquetas llenas de escombros hacia la cumbre de la montaña. La cámara subjetiva persigue al camión desde distintos puntos de vista ligeramente descentrados, produciendo una sensación de zozobra y desorientación. Vemos en contrapicado la ladera de la montaña en donde se evidencia la operación de volcado de los escombros, que ruedan por la pendiente. El alud llega en oleadas sucesivas y de manera incesante. Por momentos un bajo contínuo, como un lamento, acompaña la avalancha. Ascensión, caída… ¿es el recuerdo una forma de resurrección? Como lo han entendido quienes insisten en recordar los nombres de las víctimas, reinstaurar el cuerpo en el presente es una forma de resistencia al poder pues, como bien lo sabe el victimario, al desaparecer el cuerpo se imposibilita, o al menos se dificulta, el trabajo de duelo. Los cuerpos, aunque ausentes como imagen, están implícitos en Duelos y nosotros, los espectadores de esta obra, podemos intentar participar de este duelo por los otros. Situados simbólicamente en la base de la montaña, viendo los escombros rodar hacia nosotros, podemos preguntarnos: ¿Cómo se le habla al desaparecido? No hay respuesta concluyente, sin embargo podemos aventurar una: con la emoción apretando por dentro [9].
¿Cómo terminar un texto sobre un trabajo artístico que no plantea juicios concluyentes y que se plantea como obra abierta? Echeverri aventura más cuestionamientos: “En este punto es importante considerar el cuerpo en relación con la memoria y con la guerra, a fin de esclarecer cómo en esos contextos el cuerpo forma parte de la espacialidad. Cuando sabemos que la violencia física es ejercida literalmente sobre los cuerpos ¿qué pasa entonces con el cuerpo a la hora del recuerdo? ¿cómo se involucra en la narración de la violencia? Y si también es espacio, ¿cómo involucrarlo en la espacialidad de la violencia? ¿Cómo la guerra hace también del cuerpo una espacialidad y/o un lugar de memoria? [10]
(Extracto del texto publicado en el libro DUELOS que acompaña la exposición.)
Clemencia Echeverri
Duelos, 2019
Video instalación de nueve imágenes en sincronía, que, unidas a tres niveles sonoros, abrazan la sala y evocan un duelo sin fin en Colombia a causa de la desaparición forzada.
Complementa la obra un libro de búsqueda para recibir testimonios de dolientes, que quedará en los archivos de Fragmentos.
Premio a la creación 2018 del Ministerio de Cultura y Fragmentos, Espacio de Arte y Memoria, Bogotá
Publicación:
DUELOS - Clemencia Echeverri
Edición y diseño: Barbara Santos
Imagenes: Clemencia Echeverri
Apoyo realización: Col. Luis Javier Castro
Con textos de: José Ignacio Roca, Laura Florez, Juan Diego Pérez y David Medina
ISBN: 978-958-48-7056-8