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El Atlas del Imperio

Texto curatorial de Alfons Hug

En aquel Imperio, el Arte de la Cartografía logró tal Perfección que el Mapa de una sola Provincia ocupaba toda una Ciudad, y el Mapa del Imperio, toda una Provincia. Con el tiempo, estos Mapas Desmesurados no satisficieron y los Colegios de Cartógrafos levantaron un Mapa del Imperio, que tenía el Tamaño del Imperio y coincidía puntualmente con él. Menos Adictas al Estudio de la Cartografía, las Generaciones Siguientes entendieron que ese dilatado Mapa era Inútil y no sin Impiedad lo entregaron a las Inclemencias del Sol y los Inviernos. En los Desiertos del Oeste perduran despedazadas Ruinas del Mapa, habitadas por Animales y por Mendigos; en todo el País no hay otra reliquia de las Disciplinas Geográficas.

Jorge Luis Borges, Del rigor en la ciencia, 1946

Desde el siglo XVI y durante toda la posterior época colonial, España y Portugal – en el Caribe también Inglaterra, Francia y los Países Bajos – propiciaron el intento a gran escala de superponer el mapa de Europa y con él las estructuras políticas y administrativas al continente sudamericano. A virreyes, capitanes generales, misioneros, jueces y profesores, y también artistas se les encomendó la tarea de hacer de las nuevas colonias un fiel reflejo de Europa.

E incluso cuando no se trataba de ambiciones imperiales, sino del estudio de la naturaleza, como en el caso de Alexander von Humboldt, una y otra vez se introducían modelos de pensamiento europeos.

Las "generaciones posteriores", e.d. las repúblicas de América surgidas de los movimientos de independencia de principios del siglo XIX, llegaron – como en la obra de Borges – a la conclusión de que se necesitaban nuevos mapas a pesar de la permanencia de restos del viejo orden: desde los trazados urbanísticos españoles y las ciudadelas portuguesas hasta las dos lenguas ibéricas. Claro que éstas fueron enriquecidas con palabras tomadas de idiomas africanos e indígenas, un fenómeno extraordinariamente productivo, pero también lleno de tensiones que desde la era barroca se puede observar también en el arte, la literatura y la música sudamericanas.

"¿Dónde estaba nuestro lugar en el mundo? A quién le debíamos lealtad, a nuestros padres europeos o a nuestras madres indígenas? A quién debíamos dirigir ahora nuestras oraciones, ¿a los dioses nuevos o a los antiguos? Qué lengua hablaríamos, la de los conquistadores o la de los conquistados?"
Carlos Fuentes, El Espejo Enterrado, 1992

Esta estrecha interacción cultural entre Europa y Latinoamérica prosiguió también en el siglo XX. Por una parte se produjo la recepción de importantes corrientes del modernismo en Latinoamérica, por la otra, modernistas sudamericanos como Joaquín Torres García, Roberto Matta ó Wilfredo Lam generaron a su vez repercusiones en Europa.

En el arte contemporáneo este dinámico intercambio se ha intensificado aún más. Hoy, algunos de los mejores artistas latinoamericanos viven en Europa, donde incluso a menudo son considerados como representantes de su nueva patria.

A la inversa, varios artistas europeos de renombre trabajan en Latinoamérica.

El pabellón del IILA analizará esta nueva geopolítica del arte contemporáneo.

Para la autocomprensión cultural de ambos continentes esta fecundación mutua no dejará de tener consecuencias. Y no se trata sólo de una ampliación del repertorio artístico, sino en última instancia de una nueva y compleja cosmovisión del mundo, que también beneficiará a Europa.

El Atlas y el Arte

En su alegoría literaria el autor argentino Jorge Luis Borges también plantea la pregunta por la representabilidad del mundo que es una cuestión esencial en la ciencia y el arte. El mapa se torna inservible cuando es tan grande como el planeta. ¿Pero qué tan grande es el arte?

Y cuál es el tamaño del infierno es la pregunta que ya se planteó Galileo Galilei en sus conferencias sobre el "Inferno" de Dante en la Academia de Florencia en los años 1587/88. En aquella época aún se creía en la mensurabilidad hasta de los espacios más inverosímiles.

A más tardar desde "Spiral Jetty" de Robert Smithson, una obra maestra del Land Art, conocemos la diferencia entre tamaño y escala: la primera determina un objeto, la última sin embargo la obra de arte. Algo que es físicamente pequeño, en la obra de arte puede parecer gigantesco.

La regla de que un mapa no puede coincidir con el mundo vale también para el arte. Bien sabemos que el mapa no es el territorio, y el arte no representará el mundo a escala 1:1, si no quiere correr el riesgo de convertirse en mera documentación y, de esta forma, en algo redundante.

Mientras que la ciencia y la tecnología intentan ser tan grandes como el mundo, fracasando regularmente en esta hybris, el arte es a la vez más pequeño y más grande que éstas. Más pequeño porque sólo muestra segmentos del mundo y su realidad, y más grande porque procede en forma metafórica y de esta forma refiere más allá de ellas. En el fondo, la cartografía y el arte proceden de forma similar al abstraer las dimensiones reales.

Claro que el arte prefiere partir ahí donde el mapa es accidentado, agujereado e incompleto. En este sentido se parece más bien a los antiguos mapas de pergamino en los que regiones enteras eran terra nullius. Asimismo el arte encontrará aquellos lugares sólo imaginados y aún no descubiertos que el gran Khan y su embajador Marco Polo habían buscado en vano en el atlas de las "Ciudades Invisibles" de Italo Calvino, entre ellos Yahóo, Babilonia y Enoch.

En sus encuentros con el Khan, Marco Polo recurrió también a formas no verbales de comunicación. Primero el veneciano sorteó las dificultades para entenderse recurriendo al lenguaje de señas y más tarde trayendo sacos llenos de objetos de todos los confines del mundo: relojes de arena, flechas, tambores, plantas, en fin cosas que revelaban las realidades reinantes en el imperio, en forma más ilustrativa quizás que cualquier palabra – en el idioma que sea.

Si el arte moderno recurre a tales objetos desde hace 100 años, lo hace también para corregir la comunicación verbal unidimensional.

La Bienal de Venecia es uno de estos lugares privilegiados del intercambio políglota.

Si los cartógrafos del emperador, en su delirio perfeccionista, intentaron en vano hacer coincidir el mapa y la realidad, los artistas, por su parte, no siempre escogerán el camino más corto entre dos puntos. En su ruta colocarán piedras para tropezar y dibujarán caminos errados. Descubrirán lugares que sólo aparecen en forma transitoria en los mapas, y otros que están ubicados allí en forma definitiva. A estos últimos pertenece Venecia cuyo "Arsenale" –la mayor industria de Europa en el Medioevo - ya fue inmortalizado por Dante Alighieri en la "Divina Comedia":

Lo que importa a los artistas en su cartografía simbólica no es tanto la precisión topográfica, sino las observaciones puntuales de detalles aparentemente secundarios de las relaciones interpersonales o de situaciones precarias del presente.

Los artistas sólo salen a escena en el momento en que los científicos interrumpen su proyecto arrogante y exponen su inútil mapa mundi a las inclemencias del tiempo. Es muy posible que entonces, al igual que en la obra de Borges ya no encuentren más que mendigos.

© Texto: Alfons Hug

Pabellón de América Latina

Istituto Italo-Latinoamericano (IILA),
Arsenale - Isolotto

Comisaria: Sylvia Irrazábal

Curador: Alfons Hug

Co-curadora: Paz Guevara

19 artistas, participantes - vea la lista

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