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El diapasón de la mente, una instalación pseudocientífica sobre la actividad cerebral de los espectadores frente al arte.
sep 2008The Tuning Fork of the Mind es una instalación estratificada basada en una teoría pseudocientífica sobre la actividad cerebral que se produce cuando un espectador desprevenido se encuentra con el arte. Desarrollé esta teoría para mostrar las colisiones que existen entre el espectador y la obra de arte, y para probar que la gimnasia mental y los saltos cognitivos que se requieren para comprender una obra de arte generan vibraciones y frecuencias calculadas para, específicamente y con singular malicia, trastornar el cerebro.
La instalación comprende múltiples unidades (desde máquinas, libros dibujados y hechos a mano, dibujos, grabados, una disección de cerebro filmada y objetos varios, hasta un romance, una tragedia y un científico desacreditado) que, paradójicamente, tratan de elucidar y al mismo tiempo contribuyen a la atmósfera de confusión generalizada. Para desarrollar la teoría, tuve que sumergirme en estudios sobre el cerebro y los aspectos físicos de la obra, recabando material de fuentes variadas e insólitas para complementar los intrincados aspectos hechos a mano de la instalación, que incluyen una "máquina" que puede medir el daño cerebral causado por la exposición a la obra de arte, y luego convertir las ondas dañadas en sonido para que los espectadores puedan "oír" sus cerebros dañados.
Esta obra se generó como una respuesta a las opiniones generales, sin fundamento y detractoras sobre el arte contemporáneo que escuché y leí en los medios convencionales. Sentí que si el arte era tan ofensivo, ¿por qué no llegar hasta el final y declararlo peligroso? Con este fin, decidí probar que el arte puede seriamente volver loca a la gente.
Mis obras siempre sufren una serie de mutaciones que tienden a ser algo así:
Idea loca, impracticable, en un campo extraño >> inmersión completa en la bibliografía del susodicho campo >> exuberante, autoindulgente ingestión de conocimientos inútiles >> darse cuenta de que la idea original es irrelevante y que el campo extraño es aún extraño >> pánico >> recolección de trastos (mentales y físicos) a modo de barrera contra la parálisis inminente >> convertir esos trastos en algo que pueda considerarse arte.
Creo que las lagunas de comprensión y las fallas de comunicación brindan un terreno fértil para hacernos pensar y sentir más allá de la cotidianeidad del estímulo-respuesta. De modo que me inspiro en una serie de temas que me interesan en áreas tales como la arqueología, la literatura, la historia natural, la bibliofilia y los desperdicios. Mi obra invariablemente tiende a desencadenarse con algo que leí – con frecuencia conocimientos "pasados de moda" o desactualizados – y siempre me veo llevada hacia áreas de investigación muy cuestionables o dudosas.
Mi obra está escondida en una habitación en el último piso de un edificio en el South Beach Camp, un adorable y destartalado edificio que considero la hermanastra fea de los otros espacios de exhibición, más glamorosos, y que es exactamente la manera en la que veo a mi propia obra en el contexto del arte contemporáneo de avanzada o cutting edge (qué expresión espantosa). Me encanta lo pasado de moda o poco popular, lo ruinoso, lo destartalado y lo desgarbado. Me encanta hacer una obra que no tiene idea de lo desgarbada que es y que está tan repleta de ideas, pensamientos, mensajes, secretos y trivialidades que no parece ser merecedora de hacer el esfuerzo para desentrañar sus enmarañados vericuetos. El lugar ha sido un verdadero desafío y trata constantemente de sofocar la obra, como una especie de mellizo malvado. Me gusta aparentar que el edificio y la obra están hechos el uno para el otro de una manera incómoda y peliaguda.
La experiencia fue loca, frustrante y por ende estimulante, ya que la obra ha tenido que mutar según los dictados del lugar. Me encanta ese proceso evolutivo azaroso y extraño en donde la obra nunca es tan importante como el lugar, o el evento, y puede por ende abandonar la idea de tener rígidas pretensiones artísticas y ser una experiencia más jubilosa y autofagocitante. Yo me adhiero a la opinión anticuada de que el arte, a diferencia de la televisión, no necesita entregarse ya masticado y proveer una gratificación instantánea, porque es cuando tratamos de entender lo aparentemente incomprensible que nos abrimos a la experiencia del arte. Siempre siento una gran humildad frente a la impresionante amplitud del conocimiento humano (tenemos tanto que en general lo despreciamos, lo descartamos y lo ignoramos). Nunca me atrevería a decirle al público qué hacer, qué sentir o experimentar. No es de mi incumbencia enseñarle a nadie cómo "maravillarse" [1], eso sería presuntuoso y arrogante de mi parte. Solamente espero que puedan entrever parte de la alegría que experimenté haciendo la obra. Es lo único que puedo pedir. Lo demás queda a cargo de la capacidad del espectador de relajarse y dejarse llevar, y permitirse sentir la sorpresa que tantas veces está, desgraciadamente, sepultada debajo de preocupaciones de carácter más prosaico y pecuniario. Tal vez sea demasiado pedir, teniendo en cuenta las chirriantes exhortaciones del Formula1 de al lado gritando: "¡Más rápido! ¡Más ruidoso! ¡Más llamativo!"
Así que para mí siempre es un placer cuando alguien muestra interés y hace preguntas sobre la obra. He tenido ingenieros tratando de entender mis diagramas inventados y arqueólogos examinando mis taxonomías falsas. La estética de imitación museo de la obra engaña al público y lo hace tomarse lo expuesto en serio y estudiarlo, y probar la máquina que mide las ondas cerebrales para luego darse cuenta del carácter fraudulento de la obra. Entre las reacciones del público tuvimos a la brigada de explosivos que creyó que la máquina era peligrosa y la desmanteló, una ironía que prueba lo peligrosa que es esta obra de arte. También hubo mucho vandalismo y robos, posiblemente porque la obra es una mala influencia…
Para la gente como yo, que disfruta de lo íntimo, lo privado, lo minúsculo, las delicias segregadas por entre las capas de una obra pequeña pero compleja, hay más asombro en la creación de un poco de confusión y derrape de significados en donde antes sólo había percepción inflexible. Crear una mentira elaborada y sin sentido es algo maravilloso.
Nota de los editores:
The Tuning Fork
of the Mind
El diapasón
de la mente
Instalación en el South Beach Development, Bienal de Singapur 2008