Por Chrissie Iles
Anne & Joel Ehrenkranz Curator at the Whitney Museum
Jesús Fuenmayor. Foto: Lisbeth Salas
Las fotos de obras enlazan con las respectivas páginas en el Foto Tour, con más información.
Chrissie Iles: Hay un tipo de magia en "Estructuras Vivientes"; la exposición se desarrolla exactamente como lo describes al inicio de tu enunciado curatorial: como una experiencia plural: estética, sensorial, intelectual, emocional, afectiva, psicológica, política, sociológica, antropológica. Los lugares en los que encontramos las obras (conventos, escuelas, casas coloniales privadas, pequeños museos de medicina, etnografía o arqueología, un edificio gubernamental, un sanatorio, muchos de ellos con jardines, patios y espacios contemplativos) no están dominados por la presencia sobredeterminada del museo como institución del poder cultural. Tu sensibilidad para elegir artistas y obras que resuenen en y con estos espacios, y al reunir seis muestras paralelas que subrayan esta exploración del arte como experiencia, ha creado una exhibición poderosa e importante. ¿Crees que es posible crear este tipo de experiencia de manera sostenida, como un modelo alternativo para la producción de exposiciones, o su magia depende de la naturaleza efímera de la Bienal y de la visión específica que tuviste para esta ocasión?
Jesús Fuenmayor: Agradezco que tu pregunta hace explicito un agudo y sensible reconocimiento de las consideraciones que guiaron el desarrollo de mi propuesta curatorial para la XIV edición de la Bienal de Cuenca. ¿Es posible convertir mi proyecto curatorial en un modelo alternativo sostenido? Sí y no. Me explico. No tengo una formula pero sigo ciertos principios en mi práctica curatorial. Siempre intento construir puentes sensibles entre las obras y el público, una filosofía curatorial desprestigiada por el énfasis en el marketing y por el corporativismo de la instituciones museísticas que destruyen la experiencia estética en nombre de una didacticismo neo-colonialista y otras distorsiones que han tomado prioridad como el incremento en el número de visitantes. Siempre intento trabajar cuerpo a cuerpo con los artistas y entablar un diálogo con ellos. Siempre intento privilegiar obras reflexivas que consideren las espacialidades y temporalidades específicas de cada situación. Trabajo de principio a fin, desde el momento en que la obra está siendo concebida hasta el momento en el que la obra está presentada e inicia su travesía por todas las posibilidades de interlocución e interpelación que se dan en su vida pública. Siempre me preocupo tanto por el rigor conceptual y profesional de los artistas como por sus compromisos éticos y políticos. Pero cada proyecto expositivo es diferente, tan diferente como la memoria y el carácter de cada lugar y cada momento. Me gusta pensar que si las exposiciones de arte contemporáneo estuvieran pensadas no en función de la popularidad o el prestigio sino a partir de las experiencias que producen serían mucho más efectivas en establecer relaciones productivas, pero las exposiciones dependen de muchos factores externos a la curaduría. Si está edición de la Bienal de Cuenca sirve para pensar por fuera de las exigencias de mercadeo, didácticas y publicitarias, sin atender a agendas personales que generan un empobrecimiento de la experiencia con las obras, yo me sentiría más que satisfecho. No es fácil lidiar con todas las distracciones que giran entorno a una exposición, pero cuando los artistas tienen la inteligencia, la disposición y el coraje, vale la pena intentarlo. Yo me siento muy afortunado por haber contado con el apoyo y entusiasmo de los artistas para lograr que sus proyectos se hicieran realidad y mantengan un diálogo productivo al momento de la recepción, que es el propósito principal de mi propuesta. Sólo espero poder seguir trabajando de esta manera.