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Berni und die Beiträge Argentiniens auf der Biennale Venedig. Fotos und Rezension der Ausstellung in der Sammlung Fortabat, Buenos Aires. Kurator: Rodrigo Alonso.
Von Alicia deArteaga | Aug 2013Die von Rodrigo Alonso kuratierte Ausstellung Berni y las representaciones argentinas en la Bienal de Venecia vermittelt einen Überblick über die Beiträge Argentiniens zu den Editionen der Biennale Venedig seit der ersten Teilnahme des Landes im Jahr 1901. Die in mehrere thematische Schwerpunkte gegliederte Schau soll zum kritischen Nachdenken über das Konzept nationaler Repräsentation sowie über die Art und Weise, wie die Kunst Argentiniens der Welt vorgestellt wurde, anregen.
Hier eine Auswahl von Fotos aus der Ausstellung:
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[Diese Rezension von Alicia de Arteaga ist nur in Spanisch vorhanden]
En una nueva era de mayor visibilidad, la Colección Fortabat recibe la visita de la Bienal de Venecia con las obras de los artistas que integraron los envíos argentinos entre 1901 y 2013. Es una excelente oportunidad para revisar la historia de nuestro arte entre dos siglos, desde la perspectiva curatorial de miradas tan diversas como las de Miguel Ocampo, Romero Brest, Jorge Glusberg o Fernando Farina, por citar al último curador de la lista, quien junto con Nicola Costantino formó la dupla argentina de la 55a Bienal de Venecia, protagonista de un revuelo mediático que no cesa. La metáfora de Eva Perón tras la incorporación de videos de contenido político perdió una excelente oportunidad, como lo es tener después de tantísimos años un pabellón propio y muy bien ubicado en el recorrido de los Arsenales, que es el más glamoroso del ruedo veneciano.
Rodrigo Alonso, meticuloso curador de mente científica, ha documentado rigurosamente estos dos siglos de envíos; una suerte de narrativa del arte argentino en la que se observa, Alonso lo subraya en su guión curatorial, un contrapunto entre las elecciones más conservadores, centradas especialmente en la figuración, y búsquedas más audaces como fue el envío de Romero Brest a mediados de los años cincuenta, celebrando el paso redoblado de la geometría. Inteligente resultó la elección, en 1962, de Antonio Berni con sus majestuosos gofrados de Juanito Laguna que le valieron al rosarino el Gran Premio de Grabado.
La Bienal de Venecia fue fundada en 1895 por el rey Umberto de Saboya, con intenciones más turísticas que artísticas, en el modelo de las grandes exposiciones universales. La idea era atraer turistas y promover el arte en La Serenísima durante los meses tórridos del verano boreal. La Argentina comenzó a participar en 1901, con el envío de la obra de Pio Collivadino, representado en la muestra de la Colección Fortabat con un manso paisaje propio de su adhesión a la tierra y a los valores locales. En ese primer tramo, la exposición se asocia con el espíritu de un salón, como fueron, por ejemplo, los del español Artal. Con los años sería el paradigma de legitimación del arte contemporáneo.
En esta historia de dos siglos, salvo breves paréntesis, nuestro país estuvo siempre presente, y en ocasiones, como ocurrió con Berni y Le Parc, resultó centro de la atención a la hora de los premios. Un caso especial es el de León Ferrari, ganador del León de Oro sin haber sido seleccionado para el envío argentino. Su obra, elegida ese año por Robert Storr, decano de la Universidad de Yale y director general de la 52a edición, recibió el favor unánime de la crítica y del público.
Esa fecunda participación argentina, enriquecida en los últimos años con los envíos de Villar Rojas, Noé, se contradice con el hecho, sin explicación hasta el momento, de que la Argentina no tenga un pabellón nacional, como sí lo tienen Uruguay, Brasil y Venezuela. Llama más aún la atención al saber que los pabellones nacionales, eje de exhibición en los Giardini, se comenzaron a construir a principios del siglo XX cuando la Argentina vivía años de bonanza económica y paz política. Durante casi una década nuestro país alquiló el pabellón de Finlandia, estupendo edificio proyectado por Alvar Aalto, pero lo perdió por falta de pago en los años 70, durante el gobierno militar. Desde entonces, la dirección de Asuntos Culturales de Cancillería, responsable del envío argentino, debió peregrinar cada dos años por la ciudad de los canales para encontrar un espacio acorde con la necesidades del envío, algo que, lamentablemente, no siempre ocurrió. En el siglo XXI, el envío paseó por el librería Mondadori, y por el Emiratos Árabes en un estratégico punto del recorrido.
Con cuidado montaje, en el primer piso del edificio de Puerto Madero diseñado por Rafael Viñoly se exhibe desde el miércoles la muestra Berni y las representaciones argentinas en la Bienal de Venecia, que fortalece el perfil de un museo abierto al gran público.
Que la Bienal de Venecia visite a la Colección Fortabat es también un encuentro de múltiples sentidos. Su fundadora, Amalia Lacroze de Fortabat fue una enamorada de Venecia, benefactora de La Fenice y conspicua animadora de las bienales. Ella hizo del cuadro de Turner, Julieta y su niñera, pintado en una terraza sobre la Plaza de San Marcos, su pintura de cabecera. De la documentación y la línea de tiempo establecida por Rodrigo Alonso se desprenden algunos datos curiosos, como, por ejemplo, que fue Jorge Glusberg el curador más asiduo de los envíos venecianos, lugar que ocupó desde 1984, con el envío de la obra de Antonio Seguí, hasta 1999 cuando seleccionó la obra de "las cuatro B", como le gustaba decir a Glusberg: Bruzzone, Bedel, Benedit y Bony. Habría que agregar una "quinta B", porque fue Laura Bucellato la co-curadora en aquella oportunidad.
Mención aparte merece la obra de Nicolás García Uriburu, quien tuvo el genial desplante de hacer su propio solo show, cuando en 1968 tiñó de verde las aguas del Canal Grande. Una histórica intervención de land art que lo acercó a Joseph Beuys y le dio un indiscutido protagonismo internacional hasta el día de hoy.
Otra curiosidad de Jorge Glusberg: en1997 movió sus múltiples influencias para conseguir un "terreno" en los Giardini a metros de la estación del vaporetto. Lo consiguió y, con la colaboración de los arquitectos Mateo Altgelt y Gustavo Vilariño, construyó un pabellón de madera, más que temporario efímero, que duró mientras duró la Bienal.
Las llaves del actual pabellón argentino fueron recibidas por Cristina Kirchner de manos de Paolo Baratta, presidente de la Fundación Bienal, dos años atrás. Reacondicionado por nuestro país con una inversión de dos millones de euros, tiene la categoría museística que un envío exige.
En el frenesí veneciano previo a la inauguración, circulaba la versión -no confirmada por esta cronista- de que el pabellón nacional perdió la posibilidad de un premio por la zancadilla de la propaganda política propinada a la obra de Nicola Costantino. No pudo ser. El León de Oro fue para el pabellón de Angola, instalado en el Palazzo Cini, propiedad de los ilustres y principescos antepasados del empresario Giorgio Aliatta. Dicen que el diálogo entre las pinturas de Piero Della Francesca y el arte africano encantó al jurado.
Alicia deArteaga
Kolumnistin und Chefredakteurin für Kunst der Kulturbeilage der Zeitung La Nación, Argentinien.
Kurator:
Rodrigo Alonso
Berni y las representaciones argentinas en la Bienal de Venecia
17. Juli - 23. September 2013